Más un capricho que una necesidad

Desde que terminó Wrestlemania 33 lo sabíamos, no bastaba un anuncio oficial con bombos y platillos, puesto que pasara lo que pasara nadie iba a quitarnos el Brock Lesnar vs Roman Reigns en la edición 34 del magno evento. Y a pesar que es una revancha que genera incertidumbre y provoca sensaciones, llegó en un actual escenario donde no es necesaria.

WWE es de momentos, o por lo menos así lo fue cuando su producto gozaba de mayor estabilidad creativa y de éxito. El contexto resultaba vital para que la compañía supiera que entregar, en el lugar justo y adecuado. Así tuvimos a Austin enfrentando a The Rock en el peak de popularidad de ambos, dejando a Kurt Angle como el gran damnificado. Vince supo leer el ambiente, comprender la percepción generalizada. Hoy, no lo está haciendo.

El mayor reclamo en la actualidad de la empresa es Braun Strowman. Desde inicios del 2017 a la fecha se ha convertido no sólo en la pieza más importante de Raw, sino en el activo más fundamental de WWE. Su construcción ha sido intensa, paulatina y bastante inteligente para catapultarlo a ojos de los aficionados. Ya estando over, es el momento de dar el salto definitivo y no seguir con el capricho personal.

Y ese es el gran error con este combate entre Brock y Roman, se privilegia una idea preconcebida sin la capacidad de reflexionar en el entorno en que llega. En WM 32 hubiera sido ideal, había una invitación para ello. Hoy no, no hay realmente una férrea construcción detrás del retador, que viene de perder una rivalidad con el Miz si se tratase de cualquier pelele. Todo se equipara a “Roman porque es Roman”, sin tener la claridad suficiente sobre los motivos para verlo nuevamente ante la bestia. El transcurso es aburrido, sin algo de impacto o una reacción realmente profunda que te diga, “guau, queremos sí o sí ver este enfrentamiento“.

Se percibe, se siente, se palpita, que la necesidad debería ir por otro lado.

La paciencia se puede agotar

Braun todavía tiene tiempo para ser campeón, pero así como el reloj avanza, también se puede detener. Al gigante últimamente lo están bookeando como un caballo inglés, que parte espectacular pero que en el trazo final pierde de todas maneras. ¿De qué sirve eliminar a 5 luchadores si de todas formas perderás en el desenlace? Y lo que es peor, ¿no se terminará agotando la fórmula de pierdo pero igual me vengo destrozando al ganador? Ese cuento tiene su límite, más con la posibilidad del “convertirse en un meme” a la vuelta de la esquina.

Por eso el escenario ideal para esta edición de Wrestlemania era coronar a Braun ante Lesnar, redimirse de lo sucedido en No Mercy y por fin consolidarse como ese monster brutal que hace tanto rato la empresa estaba buscando. De hecho una triple amenaza con Reigns sería algo potente, porque estarías colocando a dos consolidados versus el reclamo más importante de la audiencia.

Lastimosamente para WWE pesa más una revancha devaluada, un capricho inamovible que no quiere escuchar ni sentir lo que realmente está pasando hoy en día con la compañía.

El Brock vs Reigns tiene pinta de ser una muy buena lucha, no obstante, eso no quitará el sabor agrio que provoca el nuevo privilegio a quien ya está demasiado privilegiado y la ofensa contra quien realmente debería recibir la correa. El momento es evidente, quien está realmente over también.

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