La llamada “lucha más grande de todos los tiempos” que sostuvieron “The Viper”, Randy Orton, y “The Rated R Superstar”, Edge, no ha dejado a nadie ajeno a una serie de comentarios y opiniones divididas sobre el contexto, el desarrollo, y la repercusión que un combate de este calibre puede traer. Pero, sobre todo, dicha discusión ha llevado prácticamente todos los focos a una figura en particular: Randy Orton.
Hablarles nuevamente del encuentro que tuvieron el domingo pasado en WWE Backlash sería, a estas alturas, perder el tiempo. Mi opinión sobre el mismo seguirá presente para el que quiera deleitarse con nuestra última review. El punto de este artículo es en realidad el poder discernir sobre las postreras decisiones que podría acarrear RAW con un Orton que, sorprendentemente, ha logrado ponerse en una palestra que todos creíamos que ya simplemente había perdido. Y no ahora, sino hace varios años atrás.
La opinión pública parece que está dispuesta a darle otra oportunidad a un Orton que, cansado de desaprovecharlas una y otra vez, ya sea por falta de química o desgano simplemente, pareciera que pretende mostrar su faceta más disfrutable en mucho tiempo. Unos quizás lo consideren un “chispazo” más. Yo esta vez, prefiero llamarlo motivación, palabra que Orton se ha dedicado a olvidar permanentemente, por mucho que sus más acérrimos fanáticos lo nieguen.
Porque veamos, estamos hablando de un tipo que ha sido nada más y nada menos que 13 veces campeón mundial. Lo normal es que en dicho recorrido nos haya dejado bastantes momentos memorables, pero no ha sido así. Evidentemente, la palabra “chispazos” no ha sido tan descabellada. Y es que la línea de progreso de Randy ha sido una de las más irregulares que ha tenido WWE en muchísimo tiempo. Me atrevería a decir, de su historia. Sus constantes subidas y bajadas son las que a muchos nos hace dudar de sus capacidades de interpretación y de ejecución, mismas que sabemos que tiene. Pero no es suficiente y jamás lo ha sido, porque lo que distingue a los grandes luchadores de las leyendas es su capacidad de mantenerse en el nivel exigido de principio a fin.
Sabemos además que tratar a Randy Orton como una de las “grandes mentiras” del wrestling pueden ser consideradas palabras mayores. Incluso como una payasada por buen sector de la IWC, siendo la misma IWC que apoya a los luchadores solo en época de peak de popularidad, hasta que decide trasladar ese peak de popularidad a alguien más. La verdad, y a título personal lo digo, Orton se ganó el título anteriormente mencionado con todas las creces del mundo.
Y no es que nuestra intención ha sido la de vender a Randy como un incompetente o un mal luchador, porque en verdad yo no lo creo así, sino en que la gente finalmente se dé cuenta de que Orton, para la capacidad que sabemos que tiene, y para el nivel que sabemos que puede llegar a dar, ha vivido casi toda su carrera en una zona de confort auspiciada en primer lugar por la propia WWE, y en segundo lugar, por su movimiento icónico, el RKO, que literalmente ha sido el encargado de llevar el peso de una carrera mediocre que ha querido levantar únicamente cuando el luchador en cuestión lo desea, y así no deben funcionar las cosas. Porque haciendo memoria, ¿cuándo fue la última gran lucha de Orton en WWE? Seguramente sea la que tuvo frente a Luke Harper (Brodie Lee) en 2017, y a su vez, su última gran rivalidad, esto es, incluyendo no solo historia sino calidad de la serie de luchas que hubo, sería ante Christian en 2011. Entonces, si tomamos estos datos, vemos que es sumamente insuficiente y para nada coherente la relación que existe entre palmarés y desempeño. Y esto no es una opinión. Es un hecho.
¿Qué le depara ahora a Randy Orton?
Ahora para muchos resulta sorprendente ver a un Orton en su mejor versión, y me alegra que en realidad sea así. Un seguidor del producto que WWE ofrece siempre va a querer lo mejor, y si lo critica, es porque sabe que esa realidad puede cambiar al momento de tomar mejores decisiones creativas, pero sobre todo, ejecutivas. La historia que rodea a este Randy Orton no deja de ser interesante, y los matices que se han venido agregando últimamente, sobre todo, luego de la sufrida victoria ante el ahora lesionado Edge, hacen de Randy uno de los rostros más importantes para el negocio ahora mismo.
La figura de “heel despiadado” que Randy Orton ha logrado proyectar ahora es similar al aura que llegó a tener a inicios del 2009 durante su storyline con Triple H, pero eso no siempre va a ser sinónimo de que las cosas van bien. Es más, podemos recordar que precisamente en esa laureada rivalidad, fuimos testigos de uno de los main event más grotescos en la historia de WrestleMania. Entonces es por ahí. Lo que se pide esta vez es constancia. Que Randy sea capaz de poder trasladar toda su motivación a este punto de su carrera en el que, después de algún tanto, vuelve a ser importante. Que esté a la altura de las exigencias que seguramente van a venir, pues no parece descabellado que en un futuro no muy lejano sea el retador al título máximo que posee actualmente el escocés Drew McIntyre. Que logre demostrar que su capacidad in ring no ha sido mala, sino que ha quedado al debe, y que puede entregar cosas disfrutables de manera recurrente, no solo destellos de lucha que, más bien, han venido plagados de mediocridad e incompetencia durante muchos años.
Al final del día el staff de Dos Dos Solo Dos estará aquí, pero sobre todo mi persona, para criticar o alabar el trabajo que los luchadores realicen. Y eso claramente incluye a este nuevo fenómeno, llamado Randy Orton.
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